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Alejandro Páez Varela

04/03/2013 - 12:00 am

Por qué EPN sí pudo con Elba Esther

¿En una pila de qué estaba parada Elba Esther Gordillo como para sentirse gigante durante los dos los sexenios panistas? Sabemos por qué hizo lo que hizo (construir un imperio financiero, fundar un partido, amenazar a funcionarios federales y retar a varios candidatos presidenciales), pero, ¿con qué licencia? La pila se llama información; la licencia […]

¿En una pila de qué estaba parada Elba Esther Gordillo como para sentirse gigante durante los dos los sexenios panistas? Sabemos por qué hizo lo que hizo (construir un imperio financiero, fundar un partido, amenazar a funcionarios federales y retar a varios candidatos presidenciales), pero, ¿con qué licencia?

La pila se llama información; la licencia se la ganó como cómplice. Derrotó a Vicente Fox y a Felipe Calderón antes de que siquiera asumieran la Presidencia. Y dicho por ellos, dicho por otros panistas: recurrieron a sus oficios para que operara políticamente y el “haiga sido como haiga sido” tuvo consecuencias. La señora se les subió al lomo y un alacrán en el lomo, pica. Así de simple. Aunque hunda a la rana que le ayuda a cruzar el charco, pica.

Eso responde en parte por qué Enrique Peña Nieto sí pudo actuar contra ella. Él no la necesitó para las elecciones de 2012, como Fox en 2000 y Calderón en 2006. Entonces “La Maestra”, armada de quién sabe cuánta información confidencial de los dos panistas,  les plantaba jetas, les gritaba, manoteaba, se oponía, castigaba. Les imponía. La corrupción ató las manos a dos gobiernos del PAN.

Ahora resulta que la señora se hizo rica en los últimos dos meses. Que en 12 años no vieron lo que todo mundo vimos. Ajá.

En 2012, Elba Esther se puso ambiciosa; no midió sus fuerzas. Estaba ciega y sorda de poder. Llegó a un buen acuerdo con Humberto Moreira pero no lo pudo sostener con Pedro Joaquín Coldwell porque era abusivo. Qué asombroso cómo alguien que teje y teje maldad en lo oscurito no sabía que se estaba echando la soga al cuello. Se fue sin Peña Nieto a la elección. Eso, y las viejas cuentas de 12 años, la hundieron. Imagínense cómo bailaba Emilio Chuayffet el martes pasado; imaginen las celebraciones de los viejos priistas. Al quedarse fuera en 2012, Elba Esther se quedó sin información para chantajear o, por lo menos, para salirse del radar.

Ahora hay un rumor constante: que Los Pinos y Televisa-TV Azteca están distanciados. Un par de veces, se dice, las televisoras enviaron su extrañamiento por temas como el dinero, y en sendas ocasiones se les dijo que es lo que hay. Hay un rumor en el mismo sentido, pero con Carlos Slim. Y otro que dice que Carlos Romero Deschamps ha planteado su desacuerdo con una posible Reforma Energética. Tan fuertes son los rumores que algunas calificadoras de riesgo, que miden el desempeño de las empresas, lo han reseñado en sus reportes.

Acostumbrados a imponerse, los poderes fácticos están empezando a darse cuenta que se alinean o… se alinean. Por primera vez en doce años. No son amenazas: es presión. Porque el Estado –es el mensaje con el arresto de Elba Esther Gordillo– no amenaza: actúa. Así que enviar mensajes a Los Pinos ya no parece tan buena idea. Parece un atrevimiento. El mensaje es que van a bajarse del tren porque van a bajarse. Y a comportarse. Y a dejar de pensar que son parte del gobierno o que pueden imponerse. Si Peña Nieto quiere, no habrá telebancada. Y si Peña Nieto quiere, el Panal sigue como partido, o se acaba. Y si Peña Nieto quiere, se abren las telecomunicaciones y otros sectores a la competencia. Tiene bono para hacerlo, incluso con ayuda o sin ayuda de la oposición. Ese es el mensaje. Y los sindicatos regresarán a su rol: el de estar al servicio del Presidente y los intereses de su equipo.

Dos veces escribí sobre esto, antes y después de la elección. Era previsible. Los priísta saben para qué es el poder.

Romero Deschamps tendrá impunidad si se pone al servicio del PRI. Las televisoras podrán mantener su máquina generadora de dinero pero ya no gobernarán. Y de allí en adelante, todos deben suponer su subordinación al Estado priista. Sobre todo los que le deben algo.

¿Qué esperar? Sencillo: síganle la pista al salinismo. Sigue un empresario grande; sigue, si se deja, un narco grande. Sigue, si es necesario, un Gobernador. O alcaldes. Se trata de poner el ejemplo con quien se requiera. Se trata de una operación para poner a todos en su lugar.

En ese sentido, también querrán poner “orden” –alinear, someter– a la prensa que les sea incómoda. Nadie piense ni por un segundo que eso no sucederá. ¿Alguien recuerda siquiera qué es la prensa en el Estado de México? Con respeto para los colegas del Edomex, eso es lo que quieren: una prensa desdibujada. Apenas la necesaria, pero que suene rico. Que baile con el danzón que se les pida. Ya sucede con una cantidad asombrosa de medios. Pues quieren más, y van por más.

Y ellos dirán: qué, ¿prefieren un país lleno de Elba Estheres sin control? Y desgraciadamente la respuesta es que no, que no queremos más Elba Estheres.

Fox y Calderón hicieron un daño incalculable. No sólo afectaron al PAN: en su mezquindad, dañaron a los ciudadanos y las causas de los ciudadanos.

***

Ya lo decía: el PRI quiere 18 años, por lo menos. Alguien cercano me dijo que estaba loco; que eso era atreverse a demasiado.

Pues veremos cómo se merman nuestras libertades. Aunque muchos digan que no es cierto, terminarán por tomar al IFE, al IFAI, a los órganos de transparencia o de fiscalización, como la Auditoría Superior de la Federación. Todo a cambio de gobernabilidad, todo con cargo a “ciertas libertades” que el PRI nunca consideró necesarias.

Como la libertad para expresarnos como queramos. Como la libertad para elegir a nuestros gobernantes sin presión alguna.

Y esas son sólo algunas de las que tienen en la mira. Quieren todo. Van por más. Ya lo verán.

@paezvarela

www.alejandropaez.net

Alejandro Páez Varela
Periodista, escritor. Es autor de las novelas Corazón de Kaláshnikov (Alfaguara 2014, Planeta 2008), Música para Perros (Alfaguara 2013), El Reino de las Moscas (Alfaguara 2012) y Oriundo Laredo (Alfaguara 2017). También de los libros de relatos No Incluye Baterías (Cal y Arena 2009) y Paracaídas que no abre (2007). Escribió Presidente en Espera (Planeta 2011) y es coautor de otros libros de periodismo como La Guerra por Juárez (Planeta, 2008), Los Suspirantes 2006 (Planeta 2005) Los Suspirantes 2012 (Planeta 2011), Los Amos de México (2007), Los Intocables (2008) y Los Suspirantes 2018 (Planeta 2017). Fue subdirector editorial de El Universal, subdirector de la revista Día Siete y editor en Reforma y El Economista. Actualmente es director general de SinEmbargo.mx

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